La Biblia enseña que Dios nos ama y desea tener una relación con nosotros, pero nuestro pecado nos separa de Él. No importa cuánto lo intentemos, no podemos remediar esta separación por nosotros mismos. Afortunadamente, Dios ha proporcionado la solución. En esta actividad, exploramos varios fundamentos bíblicos detrás de esta realidad.
La Biblia hace referencia frecuentemente al deseo de Dios de tener comunión con los seres humanos. En Génesis 1:26-27 EM vemos que fuimos creados a su semejanza. En Jeremías 29:12-13 EM se nos dice que Dios nos escucha cuando lo invocamos. El Salmo 50:15 EM indica que estará presente para nosotros en tiempos de dificultad. Y en Mateo 7:7-8 EM se demuestra su deseo de que nos acerquemos a Él, pues está listo para responder.
Las Escrituras nos dicen que "todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23 EM). Además, se nos informa que el pecado ha resultado en separación. Dios es santo, y por esta razón, no puede tener el pecado ante Él: "Pero sus iniquidades han creado una división entre ustedes y su Dios; sus pecados han hecho que Él esconda su rostro para no escuchar" (Isaías 59:2 EM). De hecho, es una separación eterna, pues "la paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23 EM). Simultáneamente, también reconocemos que Dios es "rico en amor" (Salmo 103:8 EM).
No importa cuánto lo intentemos, no podemos remediar esta separación por nuestra cuenta: "sepamos que el hombre no es justificado por las obras de la ley" (Gálatas 2:16 EM). Todos "están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23 EM).
Dios, en su amor, consideró adecuado proporcionar la solución Él mismo: "Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo como sacrificio expiatorio por nuestros pecados" (1 Juan 4:9-10 EM). En otras palabras, Jesús murió en la cruz para recibir el castigo que merecemos por nuestros pecados. Él se ha convertido en el puente por el cual podemos cruzar hacia la vida eterna en el cielo con Dios el Padre.