El Espíritu Santo ocupa un rol central en nuestra fe y teología cristiana, aunque a menudo es pasado por alto. A lo largo de la Biblia, el Espíritu Santo claramente lleva a cabo la voluntad de Dios en el mundo, y en el Evangelio de Juan se le presenta como una persona, al igual que Dios Padre y Jesús el Hijo. Al mismo tiempo que se debatía la naturaleza precisa de Cristo, la Iglesia declaró que el Espíritu Santo es co-igual con Dios Padre y Dios Hijo, siendo la tercera persona de la Trinidad.
El Espíritu Santo se entiende como una de las tres personas en el Dios trino, poseyendo plena divinidad. Este concepto es evidente en la doctrina de la Trinidad, que afirma que Dios existe como tres personas distintas en una sola esencia. El Espíritu Santo es igualmente Dios, compartiendo los mismos atributos y características que el Padre y el Hijo. La naturaleza divina del Espíritu Santo se respalda en referencias bíblicas como Hechos 5:3-4 EM, donde mentir al Espíritu Santo equivale a mentir a Dios.
Jesús se refirió al Espíritu Santo como el “Consolador” o “Abogado” (Juan 14:16 EM, 26 EM). El Espíritu actúa como un Ayudador divino, proporcionando guía, ánimo y apoyo a los creyentes. En tiempos de prueba y tribulación, el Espíritu Santo capacita a los cristianos para perseverar y encontrar consuelo en la presencia de Dios.
El Espíritu Santo tuvo un papel vital en la creación del mundo. En Génesis 1:2 EM, se describe al Espíritu de Dios moviéndose sobre las aguas, participando en el acto creativo junto con el Padre y el Hijo. La participación del Espíritu Santo en la creación afirma su papel divino como parte integral del Dios Trino.
El Espíritu Santo inspiró a los autores de la Biblia para escribir la palabra autoritativa de Dios, las Escrituras. 2 Timoteo 3:16 EM declara: “Toda Escritura es inspirada por Dios”, destacando la agencia divina del Espíritu Santo en el proceso de revelación. El Espíritu guió a los autores humanos para comunicar el mensaje de Dios de manera veraz a sus audiencias originales, y continúa hablándonos hoy a través de las Escrituras.
El Espíritu Santo convence a las personas de su pecado y su necesidad de un Salvador, acercándolas a Cristo y llevándolas al arrepentimiento. (Juan 16:8-11 EM).
Cuando Jesús prometió enviar al Espíritu Santo antes de ascender, inauguró una época en la que el Espíritu se convirtió en el principal agente de la voluntad de Dios en el mundo. ¡Sería sabio darle más atención de la que a menudo recibe!