Una de las primeras y más significativas decisiones en relación con la visión ortodoxa de la naturaleza de Jesús surgió durante la controversia arriana en el siglo IV. Arrio, un presbítero de Alejandría, propagó la creencia de que Jesús, como Hijo de Dios, era un ser creado y no coeterno con el Padre. Esta creencia llegó a conocerse como Arrianismo.
Debido a que la iglesia estaba dividida, el emperador Constantino convocó el primer concilio ecuménico en Nicea en el año 325 d.C. El principal objetivo del concilio fue abordar la controversia arriana y formular un credo que expresara con precisión la creencia cristiana adecuada. El Credo de Nicea, que fue adoptado en el concilio y que más tarde evolucionaría hasta convertirse en el Credo Niceno (381), afirmó firmemente la divinidad eterna de Jesucristo y rechazó el arrianismo. Declara que Jesús es “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma esencia que el Padre.”
Aunque el Concilio de Nicea resolvió oficialmente la controversia arriana, no puso fin a los debates sobre la naturaleza de Cristo. De hecho, en un momento a mediados del siglo IV, probablemente había aún más cristianos arrianos que nicenos. Estos debates fueron resueltos de manera más definitiva en el Concilio de Constantinopla en 381, después de que el cristianismo se convirtiera en la religión exclusiva y oficial del Imperio Romano.
En el siglo V, las controversias sobre la naturaleza de Cristo se centraron en comprender cómo las naturalezas divina y humana de Jesús estaban unidas en su única persona. El Concilio de Calcedonia en el año 451 d.C. buscó abordar estas controversias. Formuló la Definición de Calcedonia, que se considera la posición cristológica ortodoxa estándar. Según esta definición, Jesucristo es reconocido como “uno y el mismo Hijo, el mismo perfecto en divinidad y también perfecto en humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre.”
La Definición de Calcedonia rechazó dos posiciones opuestas principales:
- Nestorianismo, que sostenía que había dos personas separadas en Jesús: una divina y otra humana.
- Eutiquianismo o Monofisismo, que afirmaba que la divinidad de Jesús era prácticamente lo único que importaba porque era mucho mayor que su humanidad, resultando en una única naturaleza divino-humana.