El período entre el cierre del Antiguo Testamento y el comienzo del Nuevo Testamento a menudo se cree erróneamente que fue un tiempo en el que Dios estuvo en silencio. A pesar de la ausencia de escritos bíblicos durante este período, Dios participó activamente en la vida de su pueblo. Esta era estuvo marcada por el cambio de poder de los persas a Alejandro Magno y luego a los romanos. En este tiempo, el pueblo de Dios enfrentó muchas dificultades, incluida la profanación del Templo y la persecución. A pesar de esto, Dios estuvo estratégicamente colocando comunidades judías en todo el mundo mediterráneo. Estaba trabajando tras bambalinas, preparando el terreno para la traducción de la Biblia del hebreo al griego y el establecimiento de la paz y la infraestructura bajo el dominio romano. Este período de preparación culminó con el cumplimiento del plan de Dios con la venida de Jesús, demostrando la presencia y actividad inquebrantable de Dios incluso en los años aparentemente silenciosos.
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